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Silenciosamente y sin ningún tipo de limitación administrativa, en tierras donostiarras de Eskusaitzeta, se está construyendo la mayor planta de carne de laboratorio del mundo. JBS, la mayor empresa cárnica del mundo y el mayor accionista de la empresa Biotech Foods, prevé que esté construida para el próximo otoño. Y aquí, en el País Vasco, reina el silencio.

La carne de laboratorio, la carne cultivada, la carne de cultivo celular, o la carne in vitro… se trata de un producto que se produce a partir de células extraídas de los músculos de algún animal.
A pesar de las continuas advertencias de EHNE sobre el riesgo que supone una alimentación basada en patentes para la sociedad en general, ninguna administración se ha pronunciado. Hace nueve meses se autorizó a la empresa BioTech Foods a construir el laboratorio. En la nota publicada por JBS el 7 de junio, señaló que se está fabricando un laboratorio capaz de producir 4.000 toneladas de carne de laboratorio.
A pesar de que todavía no se han estudiado las consecuencias que puede tener para la salud, se han dado permisos para que siga adelante. Por su parte, el Gobierno italiano ha prohibido los alimentos sintéticos destacando la necesidad de proteger la salud pública. El ministro italiano de agricultura, Francesco Lollobrigida, añadió que la comercialización de este tipo de alimentos supone un riesgo a nivel social. ¡¡Y aquí callan las administraciones ante semejante proyecto!!
La carne de laboratorio empujará al ciudadano a vivir a merced de las patentes. Una dependencia que puede comprometer siglos de conocimiento, biodiversidad, paisaje. En la misma medida, la brecha en la soberanía alimentaria será evidente. Porque puede quedar en manos de unos pocos la alimentación.
Hay que fomentar la producción de alimentos descentralizados, lo más cercana posible, que quede fuera de los límites de los usos económicos de la biotecnología. Los alimentos no pueden ser mercancía para llenar los bolsillos de unos pocos. Si cualquier Gobierno pensara en la salud de sus ciudadanas, en el futuro de su territorio, se daría cuenta de que la alimentación basada en patentes no garantizará la igualdad ni un medio ambiente o una persona sana. La carne de laboratorio alimenta las aspiraciones basadas en los beneficios.
La carne de laboratorio parece ser un producto que responde a todos los problemas, daños y castigos que padecemos hoy en día: útil para combatir el cambio climático, o beneficioso para el bienestar de los animales, incluso bueno para la salud. Pero ese discurso tiene grandes lagunas. Esta reproducción celular no está regulada. Estadísticamente se pueden incluir células cancerosas en este tipo de reproducción y si se empieza a hacer de forma industrial es difícil tener un control completo sobre esas células. Preocupan los patógenos que puedan surgir en este tipo de producción, así como las grandes concentraciones de hormonas que habrá en estos productos.
Por otro lado, cuando dicen que van a ayudar a contener el cambio climático, también hay otra laguna. De hecho, supone una mayor emisión de CO2: para producir carne de laboratorio el entorno debe estar esterilizado y para ello se gasta una gran cantidad de energía, emitiendo por tanto un alto contenido en CO2. Según estudios realizados por investigadores de la universidad Davis de California, la carne de laboratorio contaminaría 25 veces más que la producción de carne de forma natural.
El beneficio que generamos los y las baserritarras no lo aporta la carne de laboratorio. Queremos decir en voz alta que no es socialmente viable, que no beneficia al medio ambiente y que sólo unos pocos se llenarán los bosillos con esta carne.

¡No se puede fomentar esta macroindustria! ¡¡Ni aquí ni en ninguna parte!!